martedì 20 aprile 2010

No podemos seguir así: el derecho de los fieles en la Iglesia es .....



No podemos seguir así: 
el derecho de los fieles en la Iglesia 
es pisoteado sitemáticamente por algunos sacerdotes
Fonte: Sector Católico


Hay sectores a los que la aplicación de las normas del derecho canónico les produce salpullido. Sin embargo, como en cualquier sociedad, las leyes son necesarias pues estas garantizan el ejercicio de los derechos de sus miembros. En la Iglesia, ocurre también lo mismo. Especialmente, en todo lo que se refiere a la tarea de santificación, que es propia del ministerio ordenado. Hablamos pues, de que es necesario que los sacerdotes sigan al pie de la letra las instrucciones dictadas para la dispensación de la gracia sacramental, especialmente en lo que se refiere a la Santa Misa.

Y es que son muchos los que, incluso en parroquias muy significativas de las principales ciudades españoles, hacen de su capa un sayo, y se inventan la liturgia de modo sistemático, omitiendo y modificando aquello que no les parece adecuado, convirtiéndose ellos en jueces e intérpretes de algo que no les corresponde. De esta manera, los fieles, quedamos privados de la enorme riqueza litúrgica, cuando no de los mismos sacramentos, pues existen modos de celebración que suponen serias dudas en cuanto a la intencionalidad se refiere.

La modificación de la forma o la materia sacramental, o la ausencia misma de la intención de consagrar, por ejemplo, hacen que los sacramentos no se realicen. Es decir, los fieles asistirían en ese caso a un mero espectáculo o puesta en escena, pero desde luego no podrían acceder a la gracia sacramental, que es el cauce ordinario previsto por Dios para acceder a la salvación.

Saltarse a la torera las normas tiene sus consecuencias. Y esto, los sacerdotes lo saben. Lo saben también los obispos, quienes permanecen mudos ante estas situaciones. Baste recordar, por ejemplo, la pésima actuación del mismísimo cardenal Rouco Varela en Madrid, en el caso de la "parroquia roja" de Entrevías. Un escándalo que se ha saldado sin ninguna consecuencia canónica para los infractores. De tal modo, que el mensaje que se traslada es de total impunidad ante los abusos litúrgicos cometidos.

La ausencia de verdaderos pastores que ejerzan su autoridad hace que los fieles quedemos en manos de los lobos. Así, la confusión, el descrédito y la pérdida de la autoridad sacerdotal han llevado a la Iglesia a una situación de crisis, inimaginable hace 50 años. Pero los datos están ahí: los católicos han dejado de practicar, las vocaciones escasean y de los que van a Misa, no es raro encontrarse con que sostienen tesis manifiestamente anticatólicas. Lo cual hace pensar, que es mejor, de cara a la salvación de las almas, que la gente se mantega fuera de la órbita de algunos pastores, que ya no predican la buena noticia sino una serie de "valores" inventados por ellos mismos.

La situación está así. Y es lamentable. Lo que ocurre es que nadie parece que quiera hacer nada para remediarla. Por más documentos que se promulguen, por más indicaciones que se den, si no hay una autoridad y un poder, que sea capaz de garantizar los derechos de los bautizados, es imposible que la justicia se de en nuestras comunidades y, por tanto, el ejercicio de la caridad se ve seriamente obstaculizado, ya que la primera es condición para la segunda.

Es necesario rezar, sí. Pero no sólo. Es también imprescindible que los obispos se impliquen en erradicar, de una vez por todas, los malos tratos que recibe el Señor sacramentado. Si no somos capaces de cuidar y amar verdaderamente a Jesús en las especies sacramentales, es muy difícil que luego lo demos a conocer a los demás y vivamos de la presencia del resucitado en nuestras almas.

Los fieles han de ejercer una santa rebeldía contra lo que está sucediendo y denunciar, cuando sea necesario, a los superiores legítimos de los sacerdotes lo que han visto. Una buena manera es escribir a los párrocos y al obispo de la diócesis, o a los superiores de los religiosos. Es ésta, además, una grave responsabilidad de cualquier fiel, que obliga pues en conciencia. No podemos permanecer indiferentes ante la demolición de la Iglesia que está teniendo lugar desde sus propias estructuras. Hay que poner en evidencia a los que están incurriendo en el error, disculpándolos siempre y no juzgarlos, pero manifestar al mismo tiempo que lo que están haciendo es impropio del nombre de cristianos.

Como en los casos de pedofilia, no podemos encubrir con nuestro silencio las graves injusticias que están teniedo lugar. Debemos dar un paso al frente y ser valientes para manifestar nuestra Fe en la Eucaristía, nuestra Fe en Jesús. Que la Virgen nos ayude a todos en esta tarea.